por Zainuco La
gran escribanía del Poder Judicial, volvió a certificar y dio su sello de
aprobación.
Hoy, el Tribunal Superior de Justicia de Neuquén confirmó la
sentencia de la Cámara Criminal Segunda que condena a prisión efectiva a sólo 2
de los 27 policías que torturaron durante 4 días a los presos de la Unidad de
Detención Nro. 11 de Neuquén en el año 2004.
La Cámara había dado por probado que la policía había
obligado a los presos a cantar el himno nacional desnudos, golpeado con fierros
en la planta de los pies y mojado con agua fría en la intemperie. Pero no
consideró que se trataba de torturas, sino de “apremios ilegales”, meros
excesos.
Como si fuera el dueño de una finca que felicita con una
tierna palmada en su cabeza a su perro guardián, al tiempo que le dice
“buen chico, bien hecho”. Así, el “excelentísimo” tribunal, integrado por los
“honorables” jueces Graciela Martínez de Corvalán, Darío Moya y Guillermo
Labate, avaló las torturas en la U11. Este fallo, le extiende una carta blanca
a la policía para que sigan torturando y asesinando, sin temor a sufrir
consecuencias.
En abril de este año, Sapag firmó un decreto otorgándole 12
millones de pesos al Poder Judicial, y el 30 de julio pasado, hizo un nuevo
aporte de 17 millones a las arcas judiciales, que se encuentran en un grave
déficit. En estas condiciones, la corporación judicial cumple el rol de felpudo
del Ejecutivo. La división de poderes, así como todo el aparato de leyes que
deberían garantizar una vida digna para todo habitante del país (preso o en libertad),
no son más que una gran zanahoria, un verso para la gilada.
Cristian Ibazeta, testigo fundamental del juicio que tuvo
este nefasto desenlace, puso su vida en juego yendo a declarar y denunciando a
esta policía asesina que anda matando por las calles y que hace de las cárceles
un infierno insoportable. En mayo, lo mataron para callarlo de una vez por
todas. Hoy, lo vuelven a matar, y las manos de estos jueces están llenas de
sangre.
Pero lo van a tener que matar un millón de veces más, y aún
así va a seguir resucitando. Porque los que luchamos contra esta corporación
policial mafiosa, los que denunciamos la tortura y la muerte, somos incansables.
Jamás daremos un paso atrás y jamás nos rendiremos. Si
Cristian se animaba a denunciar a sus captores mientras seguía preso en la U11,
nosotros tenemos la obligación moral de seguir luchando, y así lo haremos, a
pesar de que el Estado no nos escuche, a pesar de que nos siga torturando, a
pesar de que nos siga matando.
Ni un paso atrás compañerxs, esta lucha continúa hasta que
triunfemos

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